El ser humano un ser irracional

El ser imperfecto

Ser conscientes de las potencialidades que puede despertarnos un “buen error” es el primer paso para ganar en benevolencia con nosotros mismos y con nuestros errores.

Nada ni nadie enseña mejor al ser humano que sus fracasos, sus caídas y sus contratiempos, sin ellos, no llegaríamos a ser quienes somos. Sin ellos, no habría aprendizaje en nuestra continua evolución humana.

Eso sí, para que este aprendizaje y evolución tenga lugar, debemos ser lo suficientemente humildes como para desprendernos de nuestro ego (orgullo) y reconocer/nos que la culpa no fue solo del otr@, sino que principalmente nosotr@s hemos actuado equivocadamente en algunos actos y momentos de nuestra vida.

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Y decimos más, lo importante de la cuestión no es la equivocación en sí, lo importante del asunto viene después, cuando sabemos tomar a nuestros errores como nuestros maestros.

¿Qué queremos decir con esto?

De nada sirve cometer equivocaciones si no nos proponemos aprender de ellas, y para que esto ocurra la fórmula consiste en realizar un análisis pormenorizado de lo sucedido, analizar sus causas, ver nuestra responsabilidad en los hechos, valorar la información con la que contábamos (consciente o inconscientemente) y proponernos con firmeza aprender, de tal forma que seamos capaces de aprovechar la experiencia del pasado para no volver a hacer/nos daño en lo mismo otra vez.

Con estos aprendizajes evitaríamos tropezar reiteradamente en la misma “piedra”, que se presentará ante nosotros tantas veces como sea necesario para que aprendamos correctamente la lección.

Nuestra capacidad para errar nos convierte en seres reales, con opciones de mejora y superación continuas.

Cuando conseguimos dejar de juzgarnos por tropezar alguna vez que otra con nuestra “piedra favorita”, se nos abre un universo incalculable de posibilidades, con las que poder experimentar la gloria del error, que no es otro que el de aproximarnos a la mejor versión de nosotros mismos, pues sólo a través de la guía del error y la disposición firme para aprender de él y corregirnos, lograremos acercar posturas entre nuestro YO REAL y nuestro YO IDEAL.

 

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